"Vengan hoy a las 16:00 al McDonalds del centro comercial. Los invitaré si no sale muy caro". Este fue el gancho que el asesino colgó en un perfil falso de Facebook, en el que se hacía pasar por una joven turca, Selina A., para que sus víctimas acudiesen al restaurante. Los disparos de Ali David Sonboly no eran indiscriminados: iban dirigidos a chicos y chicas que él creía turcos o árabes, como los compañeros de colegio de los que se quería vengar. Se sentía víctima de acoso escolar y en ocasiones anteriores les había amenazado en las redes sociales: "Ya los pillaré".
Uno de los estudiantes que fue compañero suyo desde la primera clase reconocía ayer al diario «Bild Zeitung» que el grupo había rechazado a Ali una y otra vez. El último motivo de conflicto había sido un juego en Internet denominado Steam, en el que habían creado un grupo para jugar «on line» y del que le expulsaron hace ya un año. "Le echamos porque siempre nos estaba amenazando", justificaba el alumno, "pero seguía entrando con nombres falsos como Psycho", "Hasta que no le vea más sentido", "Godlike" o "Jugaremos este juego hasta la muerte". El mismo día de los asesinatos, a través del chat del juego, mencionó sus planes. "Pero, como siempre, esta vez tampoco le hicimos caso", lamenta ahora su compañero.
Esta versión eran confirmada ayer por el ministro alemán de Interior, Thomas de Maiziére, después de que los investigadores hubiesen descartado en una rueda de prensa cualquier relación del asesino con Daesh o las redes yihadistas, y cualquier contacto con la extrema derecha. «También se descarta, y este punto es muy importante, nada que tenga que ver con el problema de los refugiados», subrayó el presidente de la policía de Múnich, Hubertus Andrä.
Fuentes cercanas al joven de 18 años, que tenía doble nacionalidad alemana e iraní, han informado además a la Policía que había sufrido «episodios depresivos», y en la habitación del piso en el que vivía con sus padres en el distrito de Max vorstadt, los agentes de la Fiscalía encontraron evidencias de que había estado interesándose «intensamente» por ataques indiscriminados de francotiradores, muy especialmente por el del neonazi noruego Anders Behring Breivik, que exactamente cinco años atrás había matado a 77 personas en Oslo y en la cercana isla de Utoya, donde sembró el terror disparando contra los participantes en un campamento de verano de las Juventudes del Partido Laborista el 22 de julio de 2011. «La coincidencia en la fecha es evidente, el perfil de las víctimas también, pero además están sus búsquedas en internet, por lo que consideramos que ese pudo ser su modelo», explicó Andrä.
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