El caso del monstruo Jeffrey Epstein ha destapado una serie de situaciones y realidades incómodas para muchos que era hora de que vieran la luz.
Entre ellas la letanía y convivencia cómoda con la perversidad a la que la sociedad ha estado expuesta y se ha acostumbrado con preocupante tranquilidad.
Muchos hablan de que debe haber progreso, modernidad, evolución. Pero en realidad, hemos vivido de forma sutil e indetenible de un proceso grotesco de usanza a la podredumbre que ofrece el postmodernismo y nada más.
Mucho se le menciona a Jeffrey Epstein, como centro principal de esta historia moderna de horror que se está viviendo en tiempo real, sin embargo, es necesario que se hable de las mujeres que fueron protagonistas en toda esta historia, haciendo la cadena perfecta de este crimen sin precedentes que protagonizó el mundo apenas comenzando el año 2024.
Comencemos por Ghislaine Maxwell, novia de Epstein, quien, además, fue su cómplice desde el momento que establecieron una relación amorosa y pacto de negocios.
Ella no solo fue su cómplice y brazo ejecutor, siendo una pieza imprescindible en esta trama. Ella logró lo que ninguna mujer ha logrado en la historia de la criminología. Gracias a Ghislaine Maxwell se sienta un precedente importante, cuando se le reconoce públicamente como depredadora y una potencial sociópata.
A la fecha no existen casos registrados donde se reconozca esto. No solo para la criminología y sus records, pero para quienes somos sobrevivientes de agentes que conforman la triada de personalidades oscuras esto fue un avance en el reconocimiento de estos temas tan poco difundidos.
Del otro lado de la balanza Lisa Bloom abogada de las víctimas de este caso marcó un precedente histórico, puesto que jamás se había logrado de forma pública, mundial y tan abiertamente difundido que un pederasta/pedófilo tan poderoso, además, fuera atrapado, procesado y su caso discutido con relativa transparencia. Ella es hija de la también abogada Gloria Allred, precursora en la defensa de los derechos de las mujeres.
Entre las mujeres nefastas que se cuentan en esta trama, está una fiscal, la cual pasará sin pena ni gloria, como la nada. Ella estuvo en la primera fase del juicio a Epstein, y fue sacada del proceso judicial por su comportamiento inapropiado y carente de ética, puesto que ofreció su correo personal (Gmail) a los abogados de él, para comunicarse de forma más directa, inclusive sugiriendo se evitaran las formalidades y se comunicaran “con toda confianza” con ella. Palabras textuales de esta ciudadana, que es despreciable sin duda alguna. Tan sin pena ni gloria pasó, que ni siquiera su nombre ha sido recordado en los registros de este escándalo que, aunque muchos aún no lo entiendan, apenas está en desarrollo.
Si hoy tenemos información de quienes visitaban la isla de Epstein es gracias a una mujer, y no cualquiera, sino una muy valiente.
Se trata de Virginia Giuffre, quien es una de las sobrevivientes de trata de la dupla Epstein-Maxwell. Ella es una persona clave en esta trama maquiavélica, pues es gracias a una única fotografía que fue tomada y de alguna curiosa forma salió a la luz al Príncipe Andrew, es que se le logra procesar judicialmente, y que, gracias a acuerdos con Virginia, logró preservar su libertad.
Epstein le pagó a Virginia USD $ 15.000 para que tuviera sexo con ella, y justamente el día que se establece y sella esa deshonrosa operación, en una única foto se retrata la prueba magistral del caso, que lo mantuvo a flote, a pesar de las triquiñuelas absolutamente carentes de integridad de su equipo legal.
Hasta el último minuto el Príncipe Andrew negó conocerla o que se hubiera producido un encuentro íntimo, sin embargo, esa foto y el contundente testimonio de Virginia Giuffre fueron el sablazo magistral para destaparlo ante la opinión pública como lo que es, un abusador de menores.
Ella logró una indemnización multimillonaria por parte de la corona británica de unos 33 millones de Euros y sacar de circulación al nefasto Príncipe tanto de la línea hereditaria como de la cómplice sociedad y sus altas esferas que siempre supieron estos “detalles” que jamás denunciaron.
Gracias a una demanda interpuesta por Virginia Giuffre en el año 2020 hoy sabemos los nombres de algunos de los depredadores que hicieron de las suyas en lo que llamo, la isla maldita.
Johanna Sjoberg fue de las mujeres con el peso más importante en el juicio de Epstein quizá, puesto que fue de los testimonios más importantes. Ella fue quien revelara la particular manía narcisista de Jeffrey Epstein de soltar nombres de famosos de la política o del mundo del entretenimiento, en una movida claramente para demostrar poder ante sus ingenuas presas. De allí es que irresponsablemente periodistas y medios tomaron de la lista de visitantes de la isla maldita, para asociar a personas que a la fecha son inocentes en este caso, como Michael Jackson o Donald Trump.
De esta lista de mujeres protagonistas del caso Epstein, no quisiera pasar por alto, una que se robó mis pensamientos luego de conocer su caso. Se trata de Shawna Rivera, una joven de origen hispano que quizá fue de las más abusadas por el dueto delincuencial Maxwell-Epstein. Su caso es particular, puesto que luego de haber compartido su testimonio en la docuserie de Netflix “Filthy rich” que desmenuza el caso, desapareció misteriosamente y a la fecha se desconoce su paradero.
Ella es la representación de todas esas jovencitas y niñas que fueron no solo depredadas, sino amenazadas, desaparecidas y re-victimizadas por atreverse a hablar.
Las grandes villanas en toda esta historia, fueron esas mujeres, que ahora aparecen jactándose de haber conocido a los depredadores ya neutralizados, que bien sabían que algo ocurría o que conocían a la perfección lo que estaba sucediendo. Cómplices por inacción, pero cómplices como quiera.
De esta historia hay varias lecciones que nos deben quedar, entre ellas el debate moral inseparable que debe darse tras conocerse esta trama de terror. ¿Por qué tantos se mantuvieron en silencio? ¿Por qué hablan ahora? ¿Por qué ayudaron directa o indirectamente a depredar niñas?
De la misma forma y quizá como tema prioritario en esta conversación, más allá de la integridad, es imperativo conversar y ser vocales con el proceso de deconstrucción y degeneración de las familias y la sociedad.
Las niñas que depredaron fue bien porque no tenían vigilancia y cuidados familiares, o bien porque eran jóvenes con grandes necesidades económicas y una estructura familiar quebrada y débil, lo que le hizo sencillo a los depredadores la ejecución de sus aborrecibles gestas.
Los monstruos jamás actúan solos, tienen muchas manos auxiliares que bien aplauden o tapan bocas para apagar voces en búsqueda de auxilio.
Hable con sus hijos, discutan este tema. Por incómodo que sea, es preferible vivir breves momentos antipáticos que vidas enteras lamentándonos no haber hablado a tiempo.
Sea usted quien les diga la verdad a sus hijos, y no que la oigan de terceros con relatos convenientes, manipulados y endulzados con veneno que les pueda costar la vida.
¡Hasta la próxima!