Un chileno de 49 años exige que la Iglesia católica asuma su responsabilidad y le otorgue una reparación monetaria por la presunta violación perpetrada por el sacerdote, Víctor Calderón, quién padecía de sida y que murió en 2012 de sífilis, según se informó el miércoles.
Redacción El Político
Los antecedentes proporcionados por El Mercurio, precisan que la demanda está dirigida al Arzobispado de Santiago, representado por el cardenal Ricardo Ezzati, reseña EFE.
La iniciativa fue interpuesta en los tribunales civiles en diciembre del 2016, en la que se pide una indemnización de 50 millones de pesos (unos 75 mil dólares) por el delito cometido por Calderón, miembro de la Iglesia de La Merced en Chimbarongo, en el año 2005.
El documento señala que "ni la Congregación ni el Arzobispado vigilaron jamás de manera adecuada el comportamiento de sus miembros, ya que de haber sido así, se hubiesen enterado que el sacerdote padecía sífilis y sida. Y en consecuencia, estos hechos jamás hubiesen ocurrido."
La demanda detalla los hechos ocurridos cuando la víctima realizaba trabajos de limpieza en las canaletas y techumbres de la parroquia, ubicada a 156 kilómetros al sur de la capital chilena.
Tras finalizar sus labores, el sacerdote invitó a la víctima a servirse unas bebidas alcohólicas en las dependencias.
"Bebí alrededor de cuatro vasos (…) cuando regresé del baño, el cura ya me había servido el quinto. Seguimos conversando y después no me acuerdo de nada más. Creo que fui drogado ya que me sentía bien y de un momento a otro, ya no recordaba nada", señala el testimonio.
Una vez recuperada la conciencia, la víctima, de la que no se entrega su identidad, se encontraba desnudo en la cama del sacerdote con signos de haber sufrido una violación.
"Me sentía sucio, me daba asco a mí mismo, sentía que no valía nada, que todos sabían lo que me había pasado y me daba vergüenza salir a la calle. Estuve así dos semanas, muy mal, sin saber qué hacer", declaró en el documento judicial.
Con el pasar el tiempo, el afectado se volvió alcohólico. "Estuve casi dos años tomando todos los días, vendí todo lo que tenía de valor, perdí mi trabajo, me endeudé y quedé prácticamente en la calle", aseveró.
Además, intentó en reiteradas ocasiones encarar a Calderón pero, el sacerdote se escondía y se negó al encuentro.